miércoles, 12 de marzo de 2008

David Campos: Trabajaba en un Bar-Restaurante pero no cenaba


lúcido
no tenía nada
y paseaba el idiota con la inercia de un caminar defectuoso, tarado, en mal estado, prendido de una irrealidad amarga que hace sonreír primero, feliz, para dejar luego vestigios de tedio, para después sentir en oscuro, pensar en oscuro y decirse a sí mismo que no merece la pena

vivía rítmico en la ciudad sin hablar apenas, solo hablaba cuando era necesario equivocarse
y reía y reía él mismo, la flor, el afrodisíaco, sin saber de la muralla, de la pared que separa sueño y realidad, imaginación y verdad inconclusa deforme indeterminada
más sonreía enseñando los dientes carcomidos el tonto
paseaba tieso con la seguridad propia del manipulable, un tipo de seguridad absurda, débil, inocente
paseaba erguido e insuficiente
todo
para luego, para más allá, para siempre
para dejar vestigios de llanto de dolor de pastillas
y volver a errar desde la triste
desoladora mediocridad
y sufrir demencia sufrir depresión sufrir ostracismo marginación incomprensión
reía el imbécil
no tenía nombre no servía para nada
paseaba con el llanto en el interés de forma animal sin pensar siquiera que los demás eran seres humanos
los demás eran seres humanos
eran seres en el interés afectivo en el interés de descanso de espacio de belleza
eran seres como él en casa, en la cama, con la inercia de un caminar defectuoso, efímero, intrascendente
no sabía lo que era el progreso
el progreso la voluntad la fuerza reía
sonreía abiertamente hoy para llorar vestigios, huellas, erosiones y más pastillas
mañana
paseaba
a carcajadas
con los ojos abiertos desorbitados perdidos
para llorar mucho
para llorar mañana

1 comentario:

paola dijo...

yo trabaje muchos años en un restaurante japones y tampoco cenaba allí, no quería perder el hábito de cocinarme aunque a veces a algunas piezas de sushi no podía decirles que no